martes, 4 de agosto de 2009

Si Dios quiere

No, no me he desaparecido para siempre, sólo que ando ocupada y sin tranquilidad para sentarme a escribir.

El viaje a Grecia salió bien, no tuve la oportunidad de meterme al mar pero conocí mucha gente chevere y ahora sé un poquito más sobre el sistema de reciclaje (o la falta de sistema) en algunos países.

Esta semana trabajo en el barco otra vez. Se nota que ya es agosto, las noches son menos claras y cuando salgo del trabajo a las nueve o nueve y media de la noche el sol ya está por ponerse. Falta ver si me voy en bici hasta terminar la temporada o no (termino de trabajar el 23 de agosto y no me gusta mucho ir en bici en la oscuridad). También hay menos turistas que en julio. Vienen bastantes españoles y se alegran cuando se dan cuenta de que hablo castellano. Cuando preguntan cómo lo aprendí no sé qué contestar. Empecé a estudiar español en la escuela a los once años, luego del colegio fui a Granada a estudiarlo por tres meses, luego entré a la Universidad de Estocolmo, luego conocí a mi novio, luego nos fuimos a Ecuador por siete meses, luego estudié un poco más... Una historia demasiado larga para una pregunta tan corta. Hoy conversé un rato con un señor español y al salir del barco me preguntó cuanto tiempo llevo en Suecia, y cuando le dije que nací aquí, soy sueca, me miró con cara de incrédulo y como que pensaba "esta paisana más creída, apenas deja la patria y ya se cree sueca". ¿Será porqué no soy rubia?

Hace más de dos años mi novio y yo regresamos a Suecia de Ecuador, y la intención siempre ha sido que aúnque vivmos aquí iremos de vacaciones a Ecuador de vez en cuando (lo ideal sería irnos cada dos años, pero lo veo un poco difícil tanto económicamente como por nuestros trabajos y estudios). Sentíamos que ya era hora, y hablando y pensándolo bien decidimos irnos esta Navidad, y hace un par de días compramos los pasajes. Están carísimos (¿qué más se podía esperar?) pero sí nos alcanza y sí queremos ir, así que toca pagar no más. Debería estar contenta, y sí lo estoy, pero al mismo tiempo me siento nerviosa. Creo que tiene que ver con lo que nos pasó cuando íbamos a salir de Ecuador la última vez: por cuestiones de burocracia los policías del aeropuerto no nos dejaron subir al avión, perdimos el vuelo, pensábamos que nos tocaría comprar otro pasaje, nos dijeron que a lo mejor había otro vuelo en dos semanas y mi visa se caducaba en una semana... Por fin conseguimos que nos pusieran en un vuelo que salía tres días después, pagando una multa de unos 120 dolares. Parece una tontería tal vez, pero en el momento fue algo dramático y me duele el estómago sólo pensarlo, y creo que desde allí me quedé traumada con los viajes. Quiero tener todo bajo control, y no puedo. Pienso que pasará algo que nos impedirá ir, que me enfermaré, que llegaremos demasiado tarde al aeropuerto, que se quebrará la compañía aérea, que no sé qué... Y probablemente esos nervios se empeorarán mientras más se acerca el día. Mi pobre latino, en cambio, tiene miedo a volar, y está nervioso por eso. Creo que fuera capaz de irse a Ecuador en barco con tal de no tener que subirse a un avión.

Pero sí me da mucha ilusión ver mi querido Ecuador otra vez, caminar por las calles de Quito, sentir el sol y escuchar el idioma, ver a su familia, que ahora es mi familia también, ir a la costa y tomar uno que otro mojito en la playa, tomar agua de coco y jugos y comer encebollado con harto culantro... Extraño las panaderías y las fruterías, y me emociona mucho el estar con la familia otra vez (sí, ya lo dije, pero es importante así que vale mencionarlo dos veces... :)). ¡Qué ilusión! Pero por supersticiones todavía no me atrevo a decir "nos vamos" (eso no lo diré hasta que despegue el avión con nosotros adentro), mejor digo: nos vamos, si Dios y la compañía aérea quieren...