lunes, 1 de marzo de 2010

De regreso

Ecuador ya parece un lindo sueño. Regresamos hace un mes y medio, del sol al frío y "año récord" de nieve aquí en Estocolmo. No me quejo, me encanta la nieve, me encanta el frío, se ve lindo, lindo y no me molesta ponerme un montón de ropa.

Me siento triste por no haber escrito en el blog durante nuestras vacaciones en Ecuador. Quería compartir esa aventura con ustedes, después de todo pensé este blog como "una visión ecuatoriana sobre Suecia y una visión sueca sobre Ecuador", y cuando tuve la oportunindad de escribir sobre Ecuador no la tomé. Las razones fueron varias y no creo que valga la pena meterme más en eso. A lo mejor les contaré un poco sobre el viaje luego, pero de a poquito, cuando haya la oportunidad.

No tengo mucho tiempo para el mundo bloguero por el momento, ni para escribir, ni para leer. Y creo que así seguirá. Mis estudios me están absorbiendo, y encima trabajo y me dedico a la política local de mi comuna.

Además hay otra cosa más que me distrae ahora. Se puede decir que es otro tipo de viaje que voy a hacer, o más bien, que estamos haciendo, mi novio y yo... Ese viaje se inició en septiembre, y no terminará nunca. Es la cosa más cotidiana y común del mundo, y, a la vez, la cosa más grande, más extraordinaria y única.

La primera vez que fui a Ecuador, en 2006, bajé de peso hasta el punto que ya era preocupante. Fue culpa de un bichito, una ameba que se agarró en mi cuerpo y no dejaba que la comida se haga provecho. Estábamos visitándole a un tío de mi novio que vive en Santa Cruz, y él le decía a mi novio "ya se arranca la colorada, llévale al médico o si no has de llegar a dejarle flores no más"... Bueno, me llevó al médico, y con el tratamiento adecuado rápido mejoré.

Esta vez fui a Ecuador con otro bichito en el cuerpo. Uno que no quiero sacar por nada del mundo; uno que no me hace bajar de peso, sino subir; un bichito que se apodera de mi cuerpo y de mi mente, que vive dentro de mí pero no soy yo; un bichito que le conozco ya, pero que nunca conoceré totalmente. Es un bichito muy deseado, planificado desde el verano pasado, soñado desde hace algún tiempo, amado desde siempre.

Es raro como cambia el mundo. Lloro, río, me asombro. Él no llora nunca, pero cuando sintió las primeras patadas con su mano se llenaron sus ojos de lágrimas.

No pensé que me encantaría tanto estar embarazada.